El destino del palacio de La Promesa pende de un hilo, y ese hilo se llama Rafaela. La fiebre que consume a la pequeña hija de Catalina se convierte en el epicentro de un torbellino de tensión, desesperación y secretos inconfesables. Nadie parece tener respuestas. La medicina moderna ha fracasado. Los mejores doctores llegan, miran, diagnostican… y se marchan dejando solo silencio y muerte anunciada.
En medio de esta tragedia, Catalina, impulsada por el amor y la desesperanza, toma una decisión que cambiará el curso de todo: llamar al doctor Guillén. No es un médico cualquiera. No viste bata blanca ni cita libros científicos. Llega con manos curtidas, ojos que han visto más de lo que deberían, y hierbas que huelen a tierra mojada y misterio. Su presencia no solo despierta esperanza, sino también miedo. ¿Es salvador o impostor?
La nobleza observa con recelo. Petra envenena pasillos con susurros llenos de sarcasmo. Lorenzo y Leocadia conspiran desde las sombras, temerosos de que este curandero revele más de lo que oculta. Porque aquí no solo hay fiebre en el cuerpo de Rafaela, sino también podredumbre en los muros del palacio. ¿Qué es lo que realmente la está matando?
Guillén no cura con fórmulas, sino con rituales que rozan lo sobrenatural. Aplica cataplasmas de arcilla, administra gotas de infusiones ancestrales y observa cada detalle con una devoción que no parece de este mundo. Día tras día, lucha contra un enemigo invisible, mientras Catalina permanece como estatua viva al lado de la cuna de su hija. Su fe en este extraño doctor es inquebrantable. Es su última esperanza… o su condena.
Mientras tanto, Adriano, atrapado entre el amor y la rabia, choca constantemente con Guillén. Las noches se alargan, las esperanzas se diluyen. Y sin embargo, algo empieza a cambiar. No en el cuerpo de la niña, sino en el ambiente. El aire se enrarece, los síntomas no cuadran, los signos se contradicen. Guillén lo nota: esto no es una simple enfermedad. Esto es algo más. Algo que no se cura con plantas.
Y es entonces cuando el palacio entero tiembla ante la posibilidad más temida: ¿y si la fiebre de Rafaela no es natural? ¿Y si alguien quiere que muera?
La semana avanza con una lentitud desgarradora. Cada noche es una batalla. Cada amanecer, una duda. Guillén no se rinde. Crea su propio laboratorio, improvisa invernaderos, prueba técnicas que nadie entendería. Y mientras todos se debaten entre la fe y el miedo, el secreto más oscuro está a punto de revelarse.
Porque en La Promesa, la muerte no siempre viene sola. A veces viene acompañada del pasado.