Una nueva tormenta se cierne sobre La Promesa, y esta vez amenaza con arrastrar a todos. Lo que parecía una semana de transición se convierte en una cadena de explosiones emocionales, revelaciones peligrosas y decisiones que podrían cambiar el destino de la familia Luján para siempre.
Todo comienza con Catalina, cuya lucha contra los nobles terratenientes ha desatado un incendio político… y familiar. Su enfrentamiento con el barón de Valladares no solo pone en riesgo el futuro del marquesado, sino también el bienestar de su propia familia. Su prima Martina no tarda en acusarla de jugar con la estabilidad de sus hijos, y lo que en otro tiempo fue una relación tensa se convierte en un campo de batalla abierto.
La situación se agrava aún más cuando Catalina amenaza con marcharse de La Promesa junto a sus hijos, dejando a Adriano en estado de shock. En una decisión inesperada, él también se posiciona… pero no a su lado. La grieta entre ambos crece hasta tal punto que Leocadia recurre a Alonso para que intervenga. Y el marqués, hasta ahora pasivo, empieza a darse cuenta del verdadero alcance del conflicto: los Luján podrían perderlo todo si no actúan con rapidez.
En medio del caos, Curro toma una decisión arriesgada: revela a Ángela el verdadero motivo de su investigación. El joven lacayo ha estado recolectando pruebas contra Lorenzo, y ahora ambos descubren un negocio ilícito que podría destrozar la reputación del capitán. Sin embargo, en el último momento, Curro vacila. ¿Miedo? ¿Remordimiento? ¿O algo más? Pero quizás ya sea demasiado tarde… Ángela parece dispuesta a denunciarlo todo. Y con ello, podrían abrir la caja de Pandora.
El ambiente entre los sirvientes tampoco mejora. Cristóbal, el nuevo mayordomo, sigue ejerciendo su autoridad con mano de hierro y ordena la degradación de Lope. Las cocinas se rebelan. Simona, Candela y hasta la propia Catalina intentan revertir la decisión. Pero Cristóbal no da señales de ceder, y el conflicto amenaza con escalar más allá del protocolo.
Mientras tanto, Santos y Ricardo se enfrentan por un tema mucho más delicado: Pía. Santos desprecia a la doncella sin disimulo, lo que provoca una reacción inesperada de su padre, que termina confesándole un oscuro secreto del pasado de la mujer… y también el sacrificio personal que él mismo hizo para protegerla. Esta revelación podría cambiar el modo en que Santos ve a Pía para siempre.
Por otra parte, la desaparición de Samuel empieza a generar inquietud. Vera y Teresa no encuentran consuelo, y al final, Petra y María Fernández se ven obligadas a contar la verdad. La confesión remueve a María, que se sincera por completo sobre lo profundo de su amor hacia el sacerdote. ¿Está Samuel realmente lejos… o alguien ha hecho que desaparezca?
En el hangar, la historia da un respiro con tintes románticos. Toño organiza un picnic para conquistar a Enora, aunque el resultado no es el esperado. Aun así, el joven empieza a ganar terreno en su corazón. No obstante, Manuel, todavía encerrado en su dolor, sigue siendo un obstáculo invisible pero presente. Él mismo atraviesa un dilema propio: Leocadia le ofrece convertirse en el único propietario de su empresa, una decisión que lo haría independiente… pero que podría tener un precio moral. Enora intenta convencerle de aceptar, pero Manuel aún duda.
Y en medio de todos estos fuegos cruzados, Alonso recibe un misterioso retrato encargado por Cruz antes de su salida del palacio. Obra de un pintor de la Corte, el cuadro parece esconder un secreto inquietante. No es solo una pieza decorativa: es un mensaje, una advertencia, una amenaza velada. La sombra de Cruz, incluso desde la distancia, vuelve a caer sobre todos.
Con todos estos frentes abiertos, La Promesa entra en una semana decisiva. Las heridas del pasado, los secretos del presente y los fantasmas del poder se entrecruzan en una red cada vez más peligrosa.