Enora nunca había sentido algo parecido. Siempre diligente, discreta, entregada a sus labores en el palacio, creía tener bajo control cada aspecto de su vida. Pero el destino, tan caprichoso como el viento que sopla por los jardines de La Promesa, decidió poner en su camino a Manuel. Y desde ese instante, su mundo ordenado comenzó a girar.
Lo que empezó como simples intercambios cordiales fue convirtiéndose en una corriente soterrada de miradas, silencios y gestos que escapaban a la lógica. Cada palabra de Manuel tenía un peso distinto cuando iba dirigida a ella. Cada momento compartido era una pequeña burbuja que la sacaba del protocolo de la servidumbre y la elevaba hacia un terreno lleno de incertidumbre, pero también de ilusión.
Para Enora, esto representaba un territorio emocional totalmente desconocido. Había aprendido a ocultar lo que sentía, a no destacar, a cumplir con todo sin alzar la voz. Pero ahora, había algo que la desbordaba por dentro. El afecto de Manuel, su atención sincera, su forma de hacerla reír… eran cosas que no se podían archivar como si fueran parte de una rutina. Él le ofrecía un espejo en el que podía verse no como una empleada más del palacio, sino como una mujer deseada, admirada, valorada.
Sin embargo, con ese nuevo sentimiento llegaban también los miedos. Porque La Promesa no es solo un lugar; es un sistema, una estructura regida por normas no escritas que vigilan sin descanso. Enora lo sabía. Y sabía que un paso en falso podía significar más que un chisme en los pasillos: podía costarle todo.
Aun así, la atracción era inevitable. Se sentía viva, vibrante, como si cada encuentro con Manuel le devolviera algo que había olvidado sentir. No era solo él: era cómo se sentía consigo misma cuando estaban juntos. Y esa sensación era más fuerte que cualquier advertencia.
Pero mientras esta historia se escribía en silencio, había alguien más que leía entre líneas: Toño. Siempre observador, siempre un paso atrás, Toño no necesitaba declaraciones para entender lo que ocurría. Lo veía en los ojos de Enora. Lo percibía en la manera en que Manuel la buscaba sin buscarla. Y aunque su corazón le gritaba que hiciera algo, que luchara por ella, el miedo al rechazo lo mantenía inmóvil, atrapado en su propio torbellino de emociones.
La tensión entre estos tres personajes crece a cada instante. Lo que para unos es una chispa recién encendida, para otros es un incendio a punto de arrasar con sus certezas. Enora se encuentra en el epicentro de esta tormenta, debatiéndose entre seguir el impulso de su corazón o protegerse del juicio ajeno. Manuel, por su parte, parece dispuesto a romper las reglas si eso significa estar con ella. Y Toño… Toño empieza a comprender que a veces, el silencio también puede doler más que la verdad.
¿Qué camino elegirá Enora? ¿Seguirá el susurro de sus sentimientos o cederá ante las reglas del entorno? ¿Y hasta cuándo podrá Toño soportar observar desde la sombra una historia que lo desgarra por dentro?
En La Promesa, cada emoción es un desafío y cada elección, una revolución. ¿Estás preparado para lo que viene?