“Una confesión que lo cambia todo.”
En el tranquilo hogar de la familia Reina, el desayuno se transformó en un campo de batalla de emociones encontradas. Andrés y Begoña compartían una mesa, pero la distancia emocional era evidente. Mientras ella se preparaba para marcharse, Andrés, con una determinación renovada, la instó a quedarse. Necesitaba hablar con ella sobre algo importante: su visita al juzgado para conseguir la autorización para ver a Remedios. La preocupación de Andrés era clara. “Necesito entender exactamente lo que pasó”, le dijo, pero Begoña, incrédula, no podía comprender por qué él seguía empeñado en defender a alguien que había confesado su culpabilidad.
A pesar de la confesión de Remedios, Andrés no podía sacudirse la idea de que algo no estaba bien. Sabía cómo la Guardia Civil podía presionar a alguien hasta que confesara lo que no había hecho. “Tal vez debería rendirme, pero aprendí de ti a no hacerlo. Me enseñaste a luchar hasta el final”, dijo Andrés con una sinceridad que tocó el corazón de Begoña. Su relación estaba marcada por la lucha, pero esta vez, Andrés no quería rendirse sin saber toda la verdad. A regañadientes, Begoña aceptó acompañarlo.
Mientras tanto, la historia se entrelazaba con la visita de Cristina a Pepe, un hombre de su pasado, quien le regaló los mismos caramelos que le daba cuando era niña. El encuentro con Pepe, aunque cargado de nostalgia, rápidamente se tornó en algo más inquietante cuando Cristina se dio cuenta de que su relación con él podría tener más profundidad de lo que pensaba. Pepe, con una calidez casi paternal, le reveló que había dejado a su pareja y que sentía un cariño especial por ella, algo que la hizo recordar su niñez y las veces que él la cuidaba. Sin embargo, en su conversación, algo parecía no encajar, especialmente cuando mencionó su relación con Irene, que estaba marcada por una tristeza palpable.
Pero lo que Cristina no sabía era que ese encuentro cambiaría por completo la vida de Irene. Al enterarse de que Pepe, en realidad, era José Gutiérrez, el hombre que había dejado a Irene por su hija, la revelación sacudió su mundo. Irene, angustiada y confundida, decidió confrontar a Pedro, quien rápidamente hizo una llamada para confirmar lo que ya sospechaba. José Gutiérrez estaba en Toledo. Y con ello, todo el pasado de Irene resurgió, empujándola a enfrentar la verdad de una vida llena de mentiras.
Mientras todo esto ocurría, Andrés y Begoña llegaban al centro de detención para ver a Remedios. La tensión en el aire era palpable. Cuando vieron a Remedios, Begoña no pudo evitar lanzarse hacia ella, abrazándola con cariño. Pero la respuesta de Remedios fue fría y vacía. “Soy culpable. No hay nada más que decir”, confesó, dejando a todos en estado de shock. A pesar de que la confesión parecía definitiva, Andrés no perdió la esperanza. Le preguntó sobre la relación con el hombre que la había involucrado, y Remedios explicó que un hombre español la había engañado, prometiéndole dinero a cambio de sus servicios. Sin embargo, nunca recibió el pago que le habían prometido.
“Te usaron”, le dijo Begoña, indignada. A pesar de la firmeza de Remedios en su confesión, Andrés no podía aceptar que todo estuviera tan claro. “Si eres inocente, aún podemos ayudarte”, insistió, pero Begoña, harta de la insistencia de Andrés, lo interrumpió: “Lo que no tiene sentido es tu obsesión con culpar a Gabriel. Él es inocente”. Las palabras de Begoña fueron un golpe directo a Andrés, quien no pudo evitar sentirse atacado.
La visita terminó con la guardia llevándose a Remedios de vuelta a su celda, y con Begoña dejando a Andrés con un mensaje claro: “Ya basta. Piensa en María, en la empresa, en todo lo que has construido. Vuelve a ser el hombre justo que eras”.
¿Crees que Remedios está realmente culpable o ha sido manipulada? ¿Qué pasará con la relación entre Andrés y Begoña ahora que todo ha cambiado? ¡Déjanos tus pensamientos en los comentarios!