En la ficción hay papeles que conquistan por su nobleza, y otros que fascinan por su oscuridad. Oriol Tarrasón pertenece ahora a ese segundo grupo. Desde que se incorporó a Sueños de libertad, la serie más vista de las sobremesas de Antena 3, el actor catalán ha dado un giro delicioso a su carrera: Gabriel de la Reina, su personaje, no viene a enamorar… sino a manipular.
“Desde hace tiempo tenía ganas de interpretar a un malo”, nos dice entre risas el actor, mientras afina una guitarra en su camerino —espacio que comparte con Nancho Novo, y donde el rock nunca falta entre escena y escena.
A sus 55 años, Tarrasón, con una carrera sólida y respetada, parece estar viviendo un nuevo comienzo actoral. “Mi llegada a Sueños de libertad fue muy bonita y fácil. El equipo técnico ya lo conocía porque trabajé en Amar es para siempre, así que fue como volver a casa, pero con una historia completamente distinta”.
Y qué historia.
El encanto del lado oscuro
Gabriel de la Reina no es un villano común. No grita, no golpea, no actúa por impulso. Él manipula. Él planea. Él se infiltra en la vida de los demás como un veneno lento. Y eso, según Oriol, es lo que lo hace tan divertido de interpretar.
“Lo que más me gusta es que el público sabe lo que Gabriel está haciendo, pero los personajes no. Es como jugar una partida de ajedrez donde tú puedes ver todas las piezas, pero los otros no se dan cuenta hasta que ya es tarde. Esa sensación de superioridad narrativa, que me explicaron desde el principio los guionistas, me pareció fascinante”.
Según cuenta, María es la única que tiene acceso (parcial) al verdadero rostro de Gabriel. Una especie de aliada en las sombras, que no sabemos hasta qué punto es cómplice o víctima. Esa dinámica añade capas de tensión que Oriol disfruta explorar.
El precio de ser el malo… y los aplausos que duelen
¿Y cómo reacciona la gente fuera del set?
“¡Ya me lo echan en cara por la calle!”, ríe. “Me dicen por redes: ‘No le hagas daño a Fulanito’, o ‘Por favor, destruye a este otro’. Hay de todo. Eso es lo bonito: la gente se involucra. Algunos me odian, otros me animan. Eso significa que el personaje está funcionando”.
Y sí, Gabriel funciona. Cada capítulo en el que aparece deja una estela de incomodidad y anticipación. Sabes que algo va a pasar —y probablemente va a doler. Esa es la marca del buen antagonista: no solo oponerse al héroe, sino generar incomodidad emocional.
Un ritmo vertiginoso, pero gratificante
Oriol también confiesa que el ritmo de una serie diaria es “intenso, casi abrumador”, pero que la dinámica lo mantiene en alerta y conectado. “Es como estar todo el tiempo entre dormido y cansado”, bromea. Pero también reconoce que la adrenalina de grabar tantas escenas seguidas ayuda a mantener el personaje vivo y fluido.
Y en medio de ese ritmo, él se divierte. Se ríe. Se permite experimentar.
¿Qué viene para Gabriel?
Aunque no puede revelar grandes detalles, Oriol anticipa que Gabriel no ha mostrado aún todas sus cartas. “Va a haber giros, alianzas nuevas, traiciones inesperadas… y alguna que otra víctima emocional más. Eso seguro”.
Con Gabriel de la Reina, Sueños de libertad ha encontrado un villano a la altura del drama: elegante, calculador, y capaz de poner en jaque el corazón de los personajes… y del público.
¿Hasta dónde llegará su juego? ¿Y cuántos caerán antes de que se revele su verdadera cara?